martes, 11 de junio de 2013

LA PRIMAVERA

          
   Abrí la puerta del amor, un día,
cerrada a la ilusión con un candado,
quité el cerrojo de mi ayer aislado,
corrí el pestillo de mi fantasía.

    Silencioso otro viento recorría,
la estancia donde estaba yo acostado,
tendido en el colchón de mi pasado,
dormido en mi dolor, y oscurecía.

    Me asomé, sin querer, a la ventana
dejé que galopara mi locura,
por la verde pradera, ayer lejana,

vibrante de color y de frescura,
y mis ojos se abrieron al mañana,
y allí estaba tendida la hermosura.



   Y  brillaron sus labios al relente,
que de noche en la hierba se acostaba,
la luna llena se desmelenaba,
dejando su color sobre el ambiente.

   El rio va bajando lentamente,
respirando en su cauce se embriagaba,
del agua cristalina que llevaba,
prisionera de amor en la corriente.

  El chopo guiña el ojo,  tembloroso,
a la luna que duerme en la ribera
tendida en su ramaje prodigioso.

   Se agita el corazón de la pradera,
descubre el pecho singular y hermoso
al amor de una nueva primavera.





                       O.Z.M.

sábado, 1 de junio de 2013

YO QUIERO ABRIR MIS OJOS

         
     Te veo mi  Señor, en la vertiente,
donde está  descansando la pobreza,
tendida su ilusión en la maleza,
que pisa mi egoísmo ardientemente.
   
    Nunca miro a mi prójimo de frente,
e ignoro su valor y fortaleza,
voy pasando con aires de grandeza,
porque nunca pregunto lo que siente.

    Jamás  veo el rocío en su mirada,
ni latir mi corazón con insistencia,
siempre encuentro su mano levantada,

dando gracias a Dios, por mi presencia.
     Voy vagando, perdiéndome en la nada,
con  mi orgullo pasado de clemencia.



    No quisiera, Señor, ver mi avaricia,
perdida en la sordera de este mundo,
desfilar ante el pobre  vagabundo,
sin dejar en su puerta una caricia.

     Penétrame, Señor, con tu pericia,
profundiza mi ser de amor fecundo,
rellénalo de paz,  en un segundo,
porque encuentre la sed de tu justicia.

     Aquí está, como siempre, mi Señor,
con el alma llorando todavía,
este pobre y humilde servidor,

que perdiera su rumbo al mediodía,
navegando en el mar del pecador,
donde siempre la barca, está vacía.



                     O.Z.M.