cerrada a la ilusión con un candado,
quité el cerrojo de mi ayer aislado,
corrí el pestillo de mi fantasía.
Silencioso otro
viento recorría,
la estancia donde estaba yo acostado,
tendido en el colchón de mi pasado,
dormido en mi dolor, y oscurecía.
Me asomé, sin
querer, a la ventana
dejé que galopara mi locura,
por la verde pradera, ayer lejana,
vibrante de color y de frescura,
y mis ojos se abrieron al mañana,
y allí estaba tendida la hermosura.
Y brillaron sus labios al relente,
que de noche en la hierba se acostaba,
la luna llena se desmelenaba,
dejando su color sobre el ambiente.
El rio va bajando
lentamente,
respirando en su cauce se embriagaba,
del agua cristalina que llevaba,
prisionera de amor en la corriente.
El chopo guiña el
ojo, tembloroso,
a la luna que duerme en la ribera
tendida en su ramaje prodigioso.
Se agita el corazón
de la pradera,
descubre el pecho singular y hermoso
al amor de una nueva primavera.
O.Z.M.