Buscaba el alma en un rincón dormida,
rasgando mis humanos sentimientos,
más allá de mis ciegos pensamientos,
que siempre despertaban en mi herida.
De esta suerte me hallaba en esta vida,
llorando soledades, sufrimientos,
que detrás de mi amor, iban sedientos,
tratando de saciar su sed habida.
No te pude encontrar en el instante,
que quise derramar mi fantasía,
y perderme en la sombra palpitante,
de una nueva ilusión en mi alegría,
y llorando de nuevo, suplicante,
esperaba tu vuelta en este día.
Nunca llega la dicha a quién la implora,
con la impaciencia de quien tanto espera,
no se puede soñar de tal manera,
pensando que el amor ya no está en hora.
Despierta, sin embargo, mi señora,
que te estoy esperando en la pradera,
durmiendo esta agonía duradera,
mientras bebo mi cáliz en la aurora.
Que vuelva a navegar por este rio,
la ilusión que llevaba aprisionada,
en la corriente de mi ayer bravío,
buscando sin cesar una cascada,
que caiga muchos metros al vacío,
y arrastre mi dolor de madrugada.
O.Z.M.